lunes, 8 de febrero de 2010

IRENA SENDLER: El ángel del Gueto de Varsovia


¿La conoces?
se llama IRENA SENDLER, y así en mayúscula escribo su nombre, y si sigues leyendo sabrás el ¿por que? lo escribo en mayúsculas, ¿No crees que existan héroes?
Ella es una Gran Heroína, ¿no crees en los ángeles? Ella es un Angel de la guarda, ella es la persona que se merece el premio de la Paz, el reconocimiento de su persona, gente como ella deberían ser los que fueran estrellas de los informativos, ocupar la primera plana de los periódicos.
Irene Sendler era enfermera en Varsovia cuando los alemanes invadieron Polonia a sangre y fuego en 1939. Desde su puesto en el Departamento de Bienestar Social se encargaba de la coordinación de los comedores públicos de la ciudad, y luchó incansablemente a fin de paliar en parte las terribles condiciones que la invasión creó en su país. Pero a partir de 1940 los nazis crearon el Gueto de Varsovia
450.000 judíos fueron hacinados en un barrio de la ciudad. Las condiciones eran dantescas: los judíos eran torturados constantemente en unas condiciones inhumanas, y periódicamente cientos de ellos eran trasladados principalmente al campo de concentración de Treblinka, de donde ya no volvían.
Irena decidió que debía hacer algo. Primero, logró que le concedieran a ella y a alguna colaboradora más pases para poder acceder al gueto. Y a partir de 1942 se unió al movimiento de resistencia Zegota (Consejo de Ayuda a los Judíos), y empezó a sacar a los niños clandestinamente de aquel infierno para entregarlos principalmente a conventos y familias católicas.
Irena no podía dar ninguna garantía a los afligidos familiares de los pequeños, pero una cosa estaba clara: quedarse en el gueto era la muerte inevitable.
Así, más de 2500 niños fueron salvados de los campos de concentración por esta heroica mujer y sus colaboradores. Irena guardaba los nombres y las nuevas identidades en botes que enterraba bajo un manzano cerca de su casa.
Cualquier método era bueno para sus propósitos: sacaba niños en maletas, camiones de basura, cajas de herramientas de bomberos… Hizo honor a los principios que le habían inculcado de niña:
“Me educaron en la idea de que hay que salvar al que se ahoga,sin tener en cuenta su religión o su nacionalidad”
En 1943, y después de que los nazis aplastaran un intento de rebelión en el gueto, fue descubierta y arrestada. La Gestapo la torturó a conciencia durante días: brazos rotos, quemaduras en gran parte de su cuerpo… pero Irena nunca habló ni delató a nadie y fue condenada a muerte.
La mañana de su ejecución, un oficial alemán fue a buscarla a su celda para llevarla al patíbulo, y cuando salía del gueto le permitió escapar: la resistencia polaca había logrado sobornar al guardia. Irena continuó trabajando bajo otra identidad, siempre al servicio de los que más sufrían.
Cuando la guerra acabó, recuperó los botes con toda la información relativa a los niños y la puso en manos del dr Adolfo Berman, primer presidente del Comité de Salvamento de los Judíos Sobrevivientes.
Desafortunadamente, la mayoría de los padres habían muerto en los campos de exterminio. Los niños fueron cuidados en diferentes orfanatos y, poco a poco, se les envió a Palestina.
Irena Sandler siguió su vida como supervisora de orfanatos y asilos en Polonia, y su historia fue escondida por 40 años de comunismo y telón de acero hasta que unos estudiantes estadounidenses recuperaron su ejemplo. Cuando su historia fue publicada en un periódico con fotos de la época, decenas de personas se pusieron en contacto con ella para darle las gracias… Eran esos niños que ella salvó de la muerte segura.
Llegó el reconocimiento mundial para una mujer encadenada durante años a una silla de ruedas por las torturas a que fue sometida, y que nunca se otorgó ningún crédito por sus acciones: de hecho, siempre que le preguntaban respondía que lamentaba no haber podido hacer más todavía:
“El lamento de no haber podido hacer másme seguirá hasta el día en que me muera”
En 1965, el Yad Vashem, el memorial israelí del Holocausto, le concedió el título de Justa entre las Naciones que otorga a los gentiles que contribuyeron a salvar a judíos de la masacre nazi.
Irena murió rodeada de su familia el 12 de Mayo del 2008 a los 98 años.
Mi reconocimiento a esta Gran mujer y ojalá que el mundo se llene de personas como ella.

viernes, 5 de febrero de 2010

Un simple plátano


Carta de una médico cooperante sobre la gratitud

Este texto es una carta al director enviada al suplemento de un periódico, XL Semanal

y que ganó el premio a la mejor carta de aquella semana.

La firma Dulcina Fonseca García y se titula “Un simple plátano“.

Después de 11 años trabajando como médico en uno de los países que hemos bautizado como ‘Tercer Mundo’, debí volver a mi casa por asuntos personales.
En una cena familiar, un pariente cercano me preguntó que para qué había estudiado Medicina si estaba malviviendo en una zona perdida de la selva. Sin siquiera darme tiempo a responder, justificaba socarronamente su duda afirmando que, para vivir así, mejor me hubiera hecho misionera y no habría tenido que ¿malgastar? los mejores años de mi juventud estudiando.
Lo realmente curioso es que casi todos los allí presentes le daban la razón haciéndome sentir un animal raro.
Quizá yo pensaría como ellos si me faltase la experiencia de estos años: muchos pacientes han llegado a ofrecerme un plátano como agradecimiento por haber ayudado en un parto o haber aliviado un dolor innecesario de una enfermedad incurable.
Un simple plátano, qué miseria para nuestros estómagos saciados, ¿verdad?.

Lo que muchos no saben es que dos plátanos son la cena incluso la comida de un día completo de un matrimonio con tres niños. Sin embargo, en una acción de máxima gratitud (eso que a los occidentales nos falta) han reconocido mi modesto trabajo compartiendo conmigo lo máximo que tienen.

¿Puede un profesional sentir mayor satisfacción?
Dulcina Fonseca García