Irena decidió que debía hacer algo. Primero, logró que le concedieran a ella y a alguna colaboradora más pases para poder acceder al gueto. Y a partir de 1942 se unió al movimiento de resistencia Zegota (Consejo de Ayuda a los Judíos), y empezó a sacar a los niños clandestinamente de aquel infierno para entregarlos principalmente a conventos y familias católicas.
Irena no podía dar ninguna garantía a los afligidos familiares de los pequeños, pero una cosa estaba clara: quedarse en el gueto era la muerte inevitable.
Cualquier método era bueno para sus propósitos: sacaba niños en maletas, camiones de basura, cajas de herramientas de bomberos… Hizo honor a los principios que le habían inculcado de niña:
“Me educaron en la idea de que hay que salvar al que se ahoga,sin tener en cuenta su religión o su nacionalidad”
La mañana de su ejecución, un oficial alemán fue a buscarla a su celda para llevarla al patíbulo, y cuando salía del gueto le permitió escapar: la resistencia polaca había logrado sobornar al guardia. Irena continuó trabajando bajo otra identidad, siempre al servicio de los que más sufrían.
Cuando la guerra acabó, recuperó los botes con toda la información relativa a los niños y la puso en manos del dr Adolfo Berman, primer presidente del Comité de Salvamento de los Judíos Sobrevivientes.
Desafortunadamente, la mayoría de los padres habían muerto en los campos de exterminio. Los niños fueron cuidados en diferentes orfanatos y, poco a poco, se les envió a Palestina.
Irena Sandler siguió su vida como supervisora de orfanatos y asilos en Polonia, y su historia fue escondida por 40 años de comunismo y telón de acero hasta que unos estudiantes estadounidenses recuperaron su ejemplo. Cuando su historia fue publicada en un periódico con fotos de la época, decenas de personas se pusieron en contacto con ella para darle las gracias… Eran esos niños que ella salvó de la muerte segura.
Llegó el reconocimiento mundial para una mujer encadenada durante años a una silla de ruedas por las torturas a que fue sometida, y que nunca se otorgó ningún crédito por sus acciones: de hecho, siempre que le preguntaban respondía que lamentaba no haber podido hacer más todavía:
“El lamento de no haber podido hacer másme seguirá hasta el día en que me muera”
Irena murió rodeada de su familia el 12 de Mayo del 2008 a los 98 años.